"Desansiedad"
NOTA DE LA AUTORA
Contexto:
Francia, 13 de abril
Me despierto a las 5'34h. No estoy a gusto aquí. Repaso mi historia de vida mientras hago un curso de desansiedad. Deseo aprender a tratarme con compasión, quererme bien, construir la vida que siempre he soñado y encontrarme con un nuevo yo, en paz.
De momento, mi objetivo inmediato es acabar con la ansiedad. Es decir, saber gestionarla yo a ella y que no me gestione ella a mí jajaja. Mis prioridades son: encontrar trabajo, aprender el idioma y conocer gente.
Y hoy me siento una mezcla de Oscar Wilde en 'The profundis', y Beatriz de "Yo soy Bea" escribiendo por primera vez: queridos feonautas.
Hoy os copio y pego mi primer, puro y duro Desahogo. Espero sanar. Espero que sanemos junt@s. Espero que a alguien le sirva.
DESAHOGO PROFUNDO N°1
Buenos días,
Yo quería compartir que mi vida no ha sido fácil. Mis padres tenían una relación de malos tratos y mi padre acabó yéndose de casa cuando yo tenía 5 años. Antes de eso, mi madre y yo vivimos en 3 casas distintas durante 1 año. Después, hubo que estar de juicios. A mi madre le diagnosticaron una enfermedad mental y viví con mi tía. Luego, volví a vivir con mi madre pero sentí que ya no era ella, le diagnosticaron una enfermedad física y luego una tras otra hasta que varios años después, también con tras juicios, le reconocieron la incapacidad. Siempre he cuidado mucho a mi madre y hemos estado muy unidas pero, desde mi adolescencia, me maltrató. Me deprimí sin saber que tenía depresión, perdí a mi grupo de amigas por no salir y sentirme sola e incomprendida. Yo misma me aislaba y no tenía ganas de vivir. Estuve así años sin que nadie hiciera nada y mi madre solo me chillaba cuando me veía tumbada en la cama y eran críticas constantes. Cada vez que discutíamos, me castigaba sacándome a la escalera durante horas, casi siempre en pijama. Era normal estar 3 o 4 ahí. Y muchas otras cosas. A veces, p.ej. se me olvidaba bajar la basura, y me despertaba desquiciada a las 3am o 4am y metía la bolsa en mi cama para que no pudiera dormir. Si salía con mis amigas y disfrutaba, me criticaba y me acusaba de haber bebido por sonreír tanto (aclaro que nunca en mi vida me he emborrachado y siempre he sido muy responsable), y así podríamos seguir. Mi abuela, que había sido un gran apoyo para mí, tuvo alzheimer y se fue deteriorando hasta que se murió. Después de eso, mi familia se dividió. Mi madre estuvo literalmente más de 3 años hablando de eso todos los días y montando dramas tremendos en mi casa. Mi madre y mi tía, otro gran apoyo para mí, dejaron de hablarse. Las dos se criticaron una a la otra durante años. A día de hoy, mi tía sigue, de hecho. El resto de la familia buscó apoyo en otras partes. Mi grupo de amigas se dividió (algo normal en la adolescencia pero que ocurrió de una forma desagradable y yo lo viví como algo traumático por mi historia), en el instituto me hacían bullying por mi nombre y casi ningún profesor actuaba. Siempre he recibido comentarios racistas al respecto. A día de hoy también. No teníamos mucho dinero, así que, aunque siempre he podido hacer actividades extraescolares, había muchas cosas que me perdía y tenía que ser muy responsable. Yo no me daba cuenta de que no me merecía todo eso. Crecí sin autoestima y con mucha sensación de ser yo el problema. Tuve TCA, hipocondría y... al final un intento de suicidio. Cada vez que intentaba desahogarme, decía "he discutido con mi madre" o cosas así para no entrar en detalles porque sentía que la traicionaba. Además, me amenazó desde pequeña con que ella también me podía abandonar (entre otras cosas), y me recordó siempre que mi padre me había abandonado y ella lo había tenido muy difícil. Lo cual es cierto, pero era un discurso de víctima que usaba para justificar su comportamiento. Siempre sentí miedo en su casa. Casi nunca convivíamos porque todo le molestaba. Tenía que adaptarme absolutamente, no respetaba mis límites, ni siquiera me dejaba cambiar la decoración de mi habitación porque tenía que aprobarlo ella por ser su casa. Era siempre muy estricta, muy crítica, muy negativa y muy dura conmigo, y fue a peor.
Tras mi intento de suicidio, que nunca entendió, pese a que me esforcé en explicarle cómo me sentía durante años y años donde me volvía a sacar el tema (ni siquiera recuerdo la cantidad de veces que me ha preguntado lo mismo), entendí que nunca lo iba a entender porque no quería. Hacía como si se le hubiera olvidado y a día de hoy dudo de si realmente se le olvidan las cosas o esa táctica más de manipulación de las suyas. Siempre se justificaba y nunca veía mi dolor. En ese momento, yo seguía queriendo a mí madre incondicionalmente y cuidándola. Fui a una psicóloga porque no sé quién me dijo que seguramente lo del intento de suicidio tenía que ver con que yo me aburriera en el colegio, y fui a que me hicieran una evaluación de altas capacidades. siempre lo agradeceré porque empezó a hablarme de emociones y a tratarme en terapia. Mi madre se pasaba todo el camino criticándolo, diciendo que era una estafa y que no teníamos dinero para eso. Así que, comencé a ir sola. Estaba acostumbrada a estar sola. Toda mi vida me he tenido que gestionar yo mis emociones y hacerme cargo de cosas que no me tocaban, he estado muchas horas sola en mi habitación por ser hija única, he pasado mucho tiempo sola en la adolescencia por la depresión y por no encontrar un grupo de amigos afines con intereses similares y también por todos los dramas familiares.
Mi madre me obligó a comenzar bachillerato. Yo lloraba todos los días y no me sentía capaz de afrontarlo, así que, me permitió dejarlo y me dediqué a recuperarme. Encontramos un bachillerato diferente que me encantaba y, tras muchas lucha, conseguí entrar. Fueron los dos mejores años de mi vida. Mi madre se portó muy bien, cambió de actitud y accedió a mudarse conmigo a otra ciudad para que lo estudiara porque era menor de edad. Encontré un grupo de amigas que me acogió y, aunque no tenían mucho que ver conmigo, me sentí totalmente incluida. Me encantaba lo que estudiaba. Ya había colaborado antes con entidades sociales pero, en ese momento, comencé a hacer voluntariado en muchas cosas, más en serio, y descubrí que me encantaba lo social. Paralelamente, el cuñado de mi tía, que debía estar en ese momento más cerca de los 70 años que los 60 años (yo tenía 16), comenzó a acostarme sexualmente. Fue algo muy gradual y desagradable que tardé más de 1 año y medio en poder identificar por completo. Se lo conté a mi madre que no daba crédito y le bloqueé, pero el caso continuó 3 años más en momentos puntuales donde yo volvía a mí ciudad y me lo encontraba por la calle estando sola. Nunca intentó nada delante de otras personas.
Lo fui contando a mi familia poco a poco. A día de hoy no todos los saben y no todos fueron muy empáticos. Nunca lo denuncié. De eso, me arrepentí mucho tiempo. Ese hombre era un pintor importante en mi ciudad. Me enteré de que era bastante mujeriego y baboso. Cuando se murió, la plataforma feminista le dedicó un post, le hicieron un busto honorífico y creo que también quieren hacerle un museo ahora. Aunque esos años en los que duró el acoso nunca pasó de algo verbal, encontronazos incómodos por la calle, mensajes diarios por su parte hasta que lo bloqueé, etc. y cuando intentó acostarme conmigo, salí corriendo, la sensación de miedo para mí fue muy fuerte. En esa época, por desgracia, era muy habitual que te acosaran, te tocaran sin tu consentimiento, sintieras miedo al volver a casa de noche de fiesta, los tíos fueran muy pesados, etc. A todas mis amigas les pasó y creo que solo he conocido a una mujer que no haya vivido algún tipo de violencia de ese tipo. Ya van 4 historias de violaciones de mujeres distintas que he escuchado. Una de ellas fue a juicio y al violador simplemente le pusieron una multa irrisoria. Yo misma recuerdo muchísimos otros momentos incómodos en mi propia vida. Hubo otro tío que todos los días durante dos meses venía a verme salir del instituto, y muchas cosas que mis amigas vivieron con sus novios y que teníamos normalizadas, como celos, co-dependecias, sumisión (recuerdo a una chica de mi clase a la que su novio le decía que se cambiara de ropa para no provocar, y ella se cambiaba), infidelidades, etc. También he conocido chicas tóxicas, obviamente, pero la proporción en que nosotras hemos vivido violencia es escandalosa.
En fin... Muchas, muchas cosas.
Recuerdo que, en mi colegio, donde cursé hasta la ESO (de los 12 a los 16 años), llegó un director que nos hacía cambiarnos de ropa, solo a las chicas, si llevábamos camisetas de tirantes. Había chicas que tenían que salir de clase, ir a su casa a cambiarse y volver con mangas cortas y camisetas más holgadas. Creo que todo el colegio sabía que el conserje le daba respuestas de los exámenes a una chica menor de edad a cambio de que ella le enseñara las tetas y era excesivamente "simpático" con muchas. Estoy segura de que los profesores lo sabían. Todas las alumnas lo sabíamos. Y más podríamos decir. Mi colegio, que era un colegio Salesiano, daría para libros enteros por todo lo que allí pasaba. En la ESO especialmente aunque siempre hubo muchísima hipocresía entre los ideales y valores cristianos que decían defender y cómo era el trato real, completamente anticuado y generalmente autoritario y represor hacia el alumnado. Había también descarados favoritismos, cero acción ante el bullying más allá de algún profesor al que se respetaba y no permitía faltas de respeto en su clase, muchas negligencias y profesores y profesoras con menos nivel del esperado que estaban ahí "por enchufe", y todo el mundo lo sabía.
Pero bueno, volvamos al bachiller. Fue una etapa buenísima donde me recuperé sorprendentemente rápido de todo y me sentí yo de nuevo. Descubrí que me podían gustar las chicas, hice mi primer trabajo de investigación y tuve mi primera publicación porque me seleccionaron junto a otras 5 personas, para representar a mi instituto en el IMINJO. También por esa ponencia, me dieron un premio en comunicación oral en el CARM de la UMU. Estaba feliz.
Tenía ganas de comerme el mundo cuando llegué a la universidad a Madrid. Y la ciudad comió a mí. En Madrid aprendí muchísimo. La universidad me resultó igual de anticuada y desfasada que mi colegio, fue una locura independizarme económicamente allí (cosa que hice ya el primer año porque la relación con mi madre volvía a los antiguos patrones y no quería depender de su dinero ni aguantar reproches y amenazas con el dinero, lógico, ¿no?). En Madrid viví con una señora que le cayó genial a mi madre, que me machaba psicológicamente y me dijo que no podía irme del piso en todo el año. Yo no tenía ni idea de contratos y no sabía en ese momento que te podías ir por ley, avisando con un mes de antelación. Tuve que salir corriendo de allí, y viví en otros dos pisos. En el tercero estuve muy a gusto, pero
En Madrid descubrí que no podía contar con mis amigas del colegio de las que ya me había distanciado por la depresión porque cada una iba haciendo su vida y, al final, estaban ausentes en la mía. Cuando volvía a mí ciudad, me sentía sola. Lo pasé fatal en muchos momentos y el grupo de amistades que forjé el primer año se fue diluyendo también. Tres de sus cinco miembros faltaban a menudo a clase y me uní más con el que quedaba. Nos apoyamos mucho, pero también me dejó colgada varias veces para buscar piso (en años diferentes), y me mintió de una forma bastante traicionera. Tuve muchísima inestabilidad por tener que hacerme cargo de todo con muy pocos ingresos y estar sola. Iba conociendo gente buena pero Madrid era difícil mantener las relaciones y yo no estaba bien porque la universidad no me gustaba pero no creía que me fuera a gustar más otra carrera, era la forma de enseñar lo que me disgustaba tanto, adaptarme a vivir en Madrid mientras veía como mi grupo de amigas de toda la vida estaba súper ausente y no poder permitirme volver a mi ciudad más a menudo para verlas cuando tanta falta me hacían me trastocó y, sobre todo, la relación con mi madre fue horrible de nuevo. Tardó un tiempo, pero se estaba deteriorando mucho. Además del desgaste por las mudanzas (llegué a vivir en 6 pisos distintos en total en los dos años que pasé allí), que fue entonces donde me atreví a hablar del acoso y sacarlo, que me acabé enamorando de una chica de mi clase que me mandaba señales contradictorias y que me di cuenta de que ya no me quería dedicar a la diplomacia. En Madrid también descubrí el mundo de los centros sociales ocupados e hice amigos súper particulares que no duraron pero disfruté, artistas de esos que usaban Telegram (conservo el bonito recuerdo de haber saltado una hoguera en san juan en uno de sus parques), probé a hacer teatro y contact y me encantó porque eran actividades donde podía sentir mi cuerpo y salir de mi mente, descubrí la meditación por primera vez y la frecuencia cardíaca gracias a la radio de la UNED, disfruté de mi soledad en los parques, que fueron mi verdadero hogar, además de aquel tercer piso de Aluche, al que eventualmente pude volver, y descubrí plenamente mi sexualidad mediante esa historia nefasta. Y es que, la primera vez que me enamoré fue allí, de una chica que decía se heterocuriosa pero que lo que era en realidad es una persona que buscaba una cuidadora. Teníamos una conexión muy fuerte. Ella se mostraba al principio muy sumisa y a mí, entre todos los problemas que tenía, me hacía sentir bien que ella me acompañara a los planes que le proponía. Aunque no me gustaba la sumisión, ni sentir que tenía que tener un rol definido o encargarme yo de todo, estaba completamente enamorada de ella. Ella se echó novio y me hizo cosas que me dolieron mucho. Y a mí se me empezó a caer el mundo encima. Ese fue el detonante que me hizo replantearme mi vida. Acabé desarrollando muchísima ansiedad por la situación. Era lo que llaman una no relación: no éramos amigas ni novias pero, para mí, las dinámicas estaban más cerca de lo segundo. Sacó lo peor de mí. Me arrastré mucho para no perderla. El cielo y el infierno y había mucha violencia en su silencio. Estábamos en el mismo grupo de amigos en el que también trabajábamos. Le dije lo que sentía y que necesitaba distancia puesto que, en ese momento, ya nos comportabamos como novias y yo empecé a no poder aguantarlo pero tampoco sabía cómo salir de eso porque me nacía de dentro. Y ella me seguía el rollo. De la noche a la mañana empezó a ausentarse, en un momento dado apareció con un nuevo grupo de amigos en clase y todos mis sentimos algo confundidos. Se sentaban a nuestro lado, además. Y hacía cosas como venir a saludarnos y saludar a todo el mundo pero ignorarme a mí por completo. Me arrastré mucho pensando que había hecho algo mal. Fue horrible. Y con todo lo que me estaba pasando, mucho más. Pero me sirvió para ir al psicólogo por cuenta propia por primera vez en mi vida. Yo no paraba. Tampoco sentía que descansara del todo en mi ciudad. Quizás algunas veces, pero la mayor parte del tiempo llegaba para estar sola. Y lo pasé bastante mal. No era consciente de lo tóxica y dañina que era esa relación para mí. Acostumbrada al maltrato desde pequeña e idealizando tanto a esa persona, mi primer amor, la verdad es que no es raro que no me diera cuenta. Yo estaba convencida de que podíamos solucionarlo. Pero no era cuestión de eso. Si no todo lo contrario. Yo, en ese momento, no lo veía. Y cuando lo contaba, me daban consejos malísimos. Recuerdo que una chica me dijo que ella estuvo en una situación similar 4 años antes de estar con su pareja wtf. Lo pienso ahora y alucino con que alguien pueda esperar tanto en una situación indefinida. La verdad es que recuerdo que esa chica discutía con su novio, según ella, por la distancia. Ahora puedo ver con claridad que él no le convenía en absoluto y lo acostumbrada que estaba ella a esas dinámicas.
Yo, siempre tan independente (qué remedio después del abandono total de mi padre y emocional de mi madre, y la violencia vivida en mi casa), no sabía lo que me pasaba. Me daba cuenta de que esa relación no era buena para mí, no me gustaba cómo yo misma me estaba comportando. Sentía que la chica de la que me había enamorado no me quería y ya sentía lo mismo, las dos acabamos sufriendo y, aún asit, no podía salir de ahí. Y no entendía por qué. Casi me vuelvo loca intentando descubrirlo. Entonces, buscando en internet, encontré el concepto de "dependencia emocional" de la mano de Silvia Congosto y creo que me salvó la vida. Se lo pasé a mi amigo, y él a una amiga, hablé de ello, y me convencí de ir al psicólogo. Cómo decía antes, fue la primera vez. No salió del todo bien pero, buscando información, me di cuenta de que me había dolido mucho la relación con la chica de la que me enamoré porque se había comportado de forma intermitente como mi padre (antes de irse). Yo entonces no lo llamaba abandono ni sabía lo que era la herida de abandono ni el miedo al abandono. Nada. Yo decía: " mi padre se fue de casa", como si no fuera conmigo. Y nunca me había parado a pensar, y menos después de tantos años, sabiendo que ya lo tenía aceptado, que tuviera una herida al respecto o pudiera seguir afectándome. Pero esa no relación y toda la inestabilidad que viví me ayudaron a darme cuenta de que estaba reproduciendo ciudad que había vivido en mi infancia. La mayoría ni siquiera las recordaba y me ha costado mucho años llegar a verlo con claridad con que lo veo ahora. Hay que pensar que para cuando tomé la decisión de escogerme a mí por primera vez en mi vida, y que fue el verdadero punto de inflexión para salir de esa toxicidad, yo tenía tan solo 19 años, era la primera vez que enamoraba y llevaba toda una vida de traumas a cuestas sin saberlo.
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